2017-12-25
A ti
2017-11-26
Cartas con control de cambios
(Aquí tu nombre):
Las cartas comunes suelen empezar con saludos y buenos deseos. Esta carta no, porque comienza con algo menos ordinario y mucho más bonito: tu nombre. Por lo anterior entremos ya en materia (aquí debes imaginar que me llevo el puño a la boca y toso en gesto de seriedad y elocuencia para luego comenzar a leer lo que abajo escribo).
Una de las cosas que me más me gustan en el mundo es escribir. ¿Por qué? Pues porque es la única forma en que podemos encapsular un instante. Las letras, en papel o en bits, son lo mismo: “patadas de ahogado contra el olvido”.
Quiero recordar el día de hoy.
No te escribo porque el olvido me aterre (No me sé el nombre de ninguno de mis 16 tatarabuelos y sin embargo, estoy aquí porque algo queda siempre) sino porque con el paso del tiempo uno suele olvidar, por vicio o perversión, los días bonitos (caigo en la cuenta que no puedo recordar cual ha sido el peor día de mi vida, por lo que puedo adivinar que no fue tan malo) y eso señorita, no es de dios (con minúscula). Dicen las abuelitas que es de bien nacidos ser agradecidos y esta carta es la manifestación de mi agradecimiento por la experiencia, repito como tartamudo, el día de hoy.
Me cuestionaste por agradecer tu presencia, pero ¿Por qué no agradecer que me ayudaras a manufacturar este día? Que dicho sea de paso, me ha costado 36 años (aunque opines que dicha afirmación es sólo una tarugada mía, amo que me contradigas) y una caminata por el centro de la ciudad.
Lo único que tenemos es hoy.
Hoy en particular, estuvimos los dos compartiendo por alrededor de siete horas (2 y 7). Hoy, te conocí un poco más, con un poco quiero decir un muy poquísimo. Descubrí detrás de tus lentes sucios (como siempre los traía yo cuando los usaba) unos ojos enormes que esquivaban mi mirada por alguna razón. Hoy advertí unas pecas regadas por tus manos blancas. Miré detenidamente por primera vez tu largo cuerpo mientras arreglabas ese trámite que hará llegar tu paquete de envío a no sé dónde. Hoy aprendí de tus recuerdos y me fascine del hecho que te pararas conmigo para salir del restaurante sin pagar (aunque finalmente pagamos). Hoy la dopamina corría por mis venas cuando te reías de mis estupideces y no hay mejor droga que esa. Hoy me hiciste hacer el bien aunque me invitaste al mal.
No importa en donde estés mañana, porque ya es mío el día de hoy.
El día de hoy se ha convertido finalmente en un campo semántico extraordinario, que agrupa por capricho los siguientes elementos: pasteles, elotes, paquetes de envío, carcajadas, sushi, lentes, choques de autos, pecas hermosas, ojos gigantes, tú y yo.
Hoy fue un día memorable, hoy es un día memorable y merece pues quedar encapsulado en forma de esta carta, que ahora es tuya y que como sabes comienza de una manera hermosa y extraordinaria: con tu nombre en mi memoria.
Gracias.
Pável
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Marzo 2017
Uno de los primeros recuerdos que tengo de mi papá es uno en que él está cargándome. Como parte de una tradición católica me vistieron de indito y mi papá me cargaba porque había yo perdido mi huarache.
Mi papá y yo nunca fuimos a pescar juntos o a acampar. Nunca me enseñó a rasurarme o me dio clases de educación sexual. La única "lección" que me dio en esa materia incluyó un simple aforismo: "una mujer no te deja si te la coges bien".
No explico que es "coger bien" y honestamente yo no tenía intención de continuar esa conversación así que cambie el tema tan pronto pude. (Ahora que lo pienso mis papás han estado más de 35 años juntos... iiiiiuuu!)
Mi papá perteneció a esa generación de hombres machistas y misoginos que no le tenían miedo a sus mujeres. No lo juzgo ni repruebo pero no empatabamos mucho en el enfoque que le dábamos a las cosas.
Tuvimos pues una relación que considero atípica. No Éramos un papá y un hijo, eramos como dos hermanos y casi siempre yo la hacia de hermano mayor. Es más fui yo quien le enseñó a él a manejar estándar. Mis vecinos, amigos o primos me contaban el miedo que les daba que sus madres los amenazaran con "contarle a su papá" sobre su conducta o última fechoría. Yo no le temía a mi papá, él no me pegaba. Además mi mamá era efectiva al ahorrarse el trámite de contarle algo y procedía directamente a aplicar la correspondiente madriza correctiva cuando lo consideraba prudente.
Nuestra relación fue tan atípica que en lugar de llamarle Papá le decíamos "Pérez"... o Pete o Peterson (Cuando me llaman Pérez en el trabajo me siento raro porque me parece que le hablan a mi papá) Lo regañaba porque de sus viajes siempre regresaba con toallas nuevas que se robaba de los hoteles.
Trabajamos muchas veces juntos haciendo cruces de madera. Me enseñó, sin querer, a hacer mi letra bonita porque sobre las cruces, que él luego vendía, debía colocarse la frase: "Jesús es mi Señor" a mano, con tinta negra o blanca.
Jamás fue el mejor en algo... aunque presumía de lo bien que jugaba al soccer y como todo pintaba, en su juventud, para que se convirtiera en futbolista profesional... pero se lastimó la rodilla o embarazó a mi mamá... algo así.
Oh sí... mi papá se "tuvo que casar" con mi mamá porque yo ya venía en camino. Gracias viejo por el irresponsable ejercicio de tu sexualidad!
Cuando yo era niño lo consideraba experto en matemáticas porque se sabía las tablas de multiplicar... luego me las aprendí y pues ya no.
Intentó enseñarme a jugar fútbol pero su método de enseñanza incluyó sólo repetir constantemente la siguiente frase "Eres muy pendejo! Así no!". No aprendí. ¿Por qué hablas así Pérez? Le pregunté una vez. "Yo no estoy para levantar autoestimas" me contestó el grandísimo recabrón. Acordarme de todas sus anécdotas me hace reír.
La única herencia que me dejó fue "irle al Cruz Azul" y pues... no tengo que explicar que ese negocio no ha terminado bien. Aunque también me dejo siempre tomar mis decisiones y hacer mi voluntad.
Era muy choro y bastante desmadroso (caigo en la cuenta que describir a tus padres es engañoso porque, sin querer, te describes a ti mismo).
Nunca fue el empleado del mes o salió en un periódico por ganar algo. Nunca recibió un diploma, no fue ejemplo o modelo a seguir. Pero carajo! Era mi papá!Y se siente culerísimo saber que jamás volverá a sentarse en la orilla de mi cama para despertarme acariciando mis cejas un domingo por la mañana.
Nos vemos cuando nos integremos de nuevo con la eternidad mi querido Pérez.