2010-06-23

201 Del día que aprendía que a veces la vida da y quita.

La vida está hecha de sorpresas, de regalos y cobros inesperados.

Ese día me desperté como cualquier otro, no imaginaba que mis tíos habrían de decidir llevarnos a nadar.

La alberca se encontraba en Iguala, en "una quinta". Recuerdo que ese día llegamos y el agua era clara; al irnos entre mis primos, mis hermanos y yo, dejamos una alberca de aguas mugrosas. Niños.

Tampoco imaginaba que mi querido primo decidiría empujarme sorpresivamente a la alberca cuando yo feliz caminaba a un lado de ella planeando el siguiente chapuzón.

Splash! Glup, Glup! Aaaah! Fue todo lo que oí, después unas risas burlonas. Salí de la alberca con el orgullo algo empapado. No busque con la mirada a mi primo para reclamar venganza, porque necesitaba antes sacarme los mocos, recuperar el aliento y sacarme el agua clorada del oido derecho.

Lo tercero que no imaginé fue que el agua no saldría de mi oido y que ese día, sin querer empezaba una aventura.

Mis padres recibieron a un niño gordinflón, que requemado por el sol lucía una cabellera marchita y un corazón triste por el agua que traia atorada en el oido derecho.

Mi querida madre me hizo dormir de ladito con la esperanza de que la gravedad lograría liberarme de mi cárcel acuatica. Nueve horas después la alberca igualteca seguía acharcada junto a mi oreja, dentro de caliente y solitario oido.

La siguiente semana escuche, con mi oido bueno, cualquier clase de remedios:

- Metele un pañuelito m'ja! Señaló la anciana vecina.
- Qué brinque "de a cojito"! Propusó mi querido "primo empujador de primos a la alberca".
- Tiré a ese chamaco a la basura y yo le hago otro con los oidos buenos! Menciono el carnicero que gustaba de mi madre.
- Pongale tantita agua calientita en el oido! Dijo la señora tendera y dueña de la recaudería "El pepino Vengador".
- No! Cómo que agua? Pongale tantito alcohol dentro de la oreja y verá que el agüita sale sola!. Corrigió una señora que compraba en al recaudería "El pepino Vengador".

Termine manchando de cerilla pañuelitos; brincando "de a cojito"; yendo por carne molida de res con descuento; quemando mi orejita con agua; sintiendo el frío del alcohol en los cachetes y finalmente fumando por la oreja.

Sí, fumando por la oreja, mi padre me pusó un cigarro Marlboro en el oido. Luego subio una rayita su piromanía colocando un cono hecho con papel periodico en mi bien llevado y traido oido anfibio y prendiendole fuego a la base del mismo.

Humo, remedios y consejos bailaban alrededor mio. Y yo con la pinche molestia gris de sentirte chueco.

- Ya si no me curan que me metan agua en el otro oido. Pensaba mi mente infantil.

Así pasaron las semanas y luego los meses. Hasta que descubría que ese defecto mio de albergar agua en el oido empezaba a hacerme famoso.

Todos en la cuadra sabian de mi mal y hasta un apodo me pusieron: El aguacate. Qué no tenía nada que ver con mi problema, pero, ah pero como me fastidiaba!.

En fin, total que mi maestro de la primaria me enseño por esas fechas el significado de la palabra "Otorrinolaringolo" que a mí me sonaba a nombre de supervillano de comic.

Me dijo que ese tipo de doctores me podrían curar, luego de mencionar que había investigado y que yo estaba a punto de romper un record mundial. Y podría poner en alto el nombre de mi país al ser el ser humano que más tiempo ha tenido agua de alberca en el oido.

Tal vez a ustedes les suene a una verdadera y soberana pendejada. Pero a mis padres y a mí nos sonaba a patriotismo.

Así que decidimos aguantar una semana más antes de ver al doctor. Esto para romper el record, que en esos tiempos andaba en 127 días y que lo tenía, para variar, un chino.

Recuerdo que esos últimos días, me despertaba orgulloso sabía que faltaba poco para, por casualidad, volverme famoso. Sólo unos días más.

- La mañana del lunes habrás roto el record. Me dijo mi querido maestro el viernes al salir de la escuela.

Mis tios de todas partes de la republica fueron a vernos. El domingo, la casa se lleno de gente y yo me sentía importante. Nunca imagine que unas gotitas de agua en el oído podian poner el nombre de tu país muy en alto.

- Ay no manches primo!, hasta que haces algo importante. Dijo mi querido "primo empujador de primos a la alberca".
- He hecho cosas importantes antes. Conteste.
- Tú nunca has hecho algo importante, ni interesante, sólo sabes ser ñoño. Contesto.
- Ñoño, pero no burro como tú. Dije molesto.
- Burro? Burra tu abuela! Dijo mi molesto primo-hermano al tiempo que me daba un sape/soplamocos.

Passsssssssssss!

En mi mente apareció una duda: Le pego primero y me arriesgo a que este primo-bully me de más madrazos? o le explico que efectivamente es un pinche burro por no entender que tenemos a la misma señora por abuela?

La duda fue sustituida por la angustia que era dibujada por una gotita de agua caliente que recorria, casi en línea recta, mi cuello. Y que para mi sorpresa y desgracia, salía de mi oido derecho, milagrosamente curado por el mismo tipo que lo lleno de agua.

Y así, perdí mi única posibilidad de romper un record mundial y volverme mundialmente famoso.

Ni hablar, como odio a mi pinche primo.


Saludetes