2017-09-05

Razones estúpidas para no suicidarse

La vida carece de sentido.
Yo lo sé, tú lo sabes.

Ambos hemos explorado la idea de acabar con esto. Ya estás harto o harta, como yo.

Pero antes, espera, tengo que contarte el sueño que tuve ayer.

Por alguna razón, yo podía viajar hacia adentro de mí, al menos eso pensé al principio. No me refiero a ese lugar raro que almacena nuestros pensamientos, esa masa de agua y cebo que llevamos dentro del cráneo y que nos permite comunicarnos. Ni tampoco al éter que llamamos alma. Me refiero a un lugar más mundano pero igualmente interesante y si estiras un poco tu imaginación, hasta más místico. 

Ese lugar diminuto donde viven las células es enorme si lo comparamos con los átomos y sus componentes. Lugares diminutos donde las leyes cambian y son afectadas por el observador pero no por la fuerza gravitatoria del planeta tierra. Allí estaba yo, en ese gigantesco vacío que hay entre un electrón y el centro de los átomos (no pude ir a donde los quarks o bosones de Higgins porque mis sueños están limitados por mi imaginación y entender que algo está conformado por cuerdas de probabilidades es algo que desgraciadamente se me escapa de las manos por culpa y gracia de la magnitud de mis capacidades). No había ningún otro ruido que el de un latido de corazón, muy lento y grave. Pum Pum.

Desde ahí, desde el gran vacío en el electrón de un átomo de carbono que -vivía- en la superficie de una plaqueta a punto de morir volé mientras crecía, por decirlo de alguna manera. De ser del tamaño, de un pensamiento me convertí en un ser de un tamaño "más normal", la gente a mi alrededor era común. Comencé a crecer y los rascacielos tenían mi estatura.

Seguí creciendo hacía el sol, cómo sólo observaba, mi tamaño, que ahora era tal que nuestra estrella vigilante me parecía una pelota, no afectaba la gravedad y por lo tanto el espacio tiempo parecía algo similar a lo que yo puedo observa ahora en la tierra. Por "un momento".

Mi cuerpo crecía y entonces, sólo entonces podía entender el profundo silencio. El sol que antes era del tamaño de una canica, ahora parecía un punto y yo podía nadar lejos de él. Trate de tomar la Galaxia de Andromeda con las manos pero se volvió tan pequeña que parecía haberse esfumado. Entendí que estaba dentro de un río y trate de ir hacía donde empezaba el flujo de estrellas. Mucha luz atravesaba mi cuerpo y era hermoso, frío y absolutamente silencioso. Sólo cuando una galaxia suficientemente grande pasaba junto a mi oreja podía escuchar una ligera efervescencia, como la que se escucha dentro de medio vaso de refresco de cola.

El río, o lo que yo pensé que era un río era larguísimo, no atinaba en darle alcance al nacimiento del mismo. No podía tampoco observar en donde terminaba.

Fue entonces, en la soledad de este increíblemente enorme río, que pude entender la razón de nuestra existencia. Somos la nada que se preguntó a sí misma su origen, la nada que un día exploto para crear este flujo expansivo. Somos un paquete de información, que cada vez se vuelve más complejo. La razón por la que la vida trato de reproducirse no fue otra sino la de tener tantos de nosotros que algunos pudieran continuar viviendo y explorando, creciendo y cambiando para poder entender que pasa en aquel lugar donde nace este río cósmico. Nosotros fuimos nada, fuimos caldo, barro, gusanos diminutos, criaturas pequeñas que buscaban comer a otras más pequeñas, fuimos todos los animales de la tierra y todas las formas de vida que existen y existieron, aquí y en lugares tan lejanos que la distancia es inimaginable. Nosotros somos la misma colonia rampante  de seres que buscan y encuentran, que matan y beben la sangre de los más pequeños (o más grandes); somos la conciencia y el entendimiento, somos información que tarde o temprano (no existe el tarde o temprano en el universo por cierto) se convertirá en lo que siempre hemos sido: nada.

Estamos aquí para desentrañar las ecuaciones que explican el origen del universo. Estamos aquí para después de millones de años (y seguramente trillones de fracasos) encontrar a aquel o aquellos que logren explicar lo basto de la existencia. Estamos aquí para llevar un mensaje al futuro: "!Lo logramos! Entendemos de principio a fin este caos llamado universo".

La gente pasa su vida buscando un propósito, pero éste no es otro que el mismo de siempre, el más sencillo: sobrevivir para aumentar ligeramente las probabilidades de que entre nosotros nazcan los que podrán entender. Tal vez aún somos, en materia de entendimiento, esos peces pulmonados que se arrastran afuera del agua para explorar el barro, creemos entender pero aún no sabemos nada. Necesitamos seguir, mientras nos dure la conciencia para aumentar las posibilidades de aquellos que podrán entender, de aquellos que dejaran de ser un pez y serán un ente erguido y sabio.

La vida carece de sentido (Porque somos peces aún).
Yo lo sé, tú lo sabes.

Ambos hemos explorado la idea de acabar con esto. Ya estás harto o harta, como yo... pero debemos seguir para que un día alguien después de nosotros entienda. A nosotros los tristes, por suerte, sólo nos toca lidiar con la falta de respuestas unos 75 de los millones de años que han sido necesario. Vamos, sé cuan fastidioso esto de vivir a veces es, pero carajo, llevar la información al futuro sólo nos tomará 75 años.

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