Hoy.
Estoy justo aquí. Este lugar es aquel al que he llegado por culpa y gracia de mis recuerdos.
Tú, y tu tutú, son ahora uno más. Eres pues, tú, consecuencia y causa de mi yo por esta tierra insensata. Tierra que escupe la misma vida que luego traga para que al final, no haya razón para nacer de nuevo. Y sin embargo, aquí estás, para ser, ya dije, mi recuerdo, mi causa y consecuencia.
Llegó el 2015 y fue malo. Llegó el 2016 para ser el peor. Y llegaste tú (y tu tutú) y pensé que podrías ser mejor... pero no. Eres pues el año de hoy.
Pero ya eres mía.
Porque eres un recuerdo. De esos que ya no te quieren abandonar y se abrazan a las nubes que ves cuando sueñas.
Cierra los ojos, cruza los brazos y bosteza! Ahora mírame! Ahora juega con los sueños porque sí! Y juega a que se vuelven tristeza que te abrazan para volver más rojo el atardecer. Mira hacía otro lado, enamórate de algo mejor. Y déjame aquí esperando que ya sea hoy la semana que viene. Y ahora yo tropiezo con el juego del amor que lleva la melancolía del blanco de tu tan joven y deseada piel. Ahora eres mía. Pero ya no estás.
Y ruego al cielo, que exista y que me escuche, para que pueda escuchar mi oración, que reza, aunque sin rima, así: "¡Qué la tristeza que cubre su corazón la abandone para siempre aunque sea a costa de que se abrace a mi corazón! A cambio te doy este profundo amor que quiere quererla querer"
Y si esta dulce tristeza, que no agoniza y me envuelve ahora, ¡Qué sea porque de verdad el cielo existe y logró escuchar!
Pero ya eres mía.
Soledad.
Pero ya eres mía.
Compañía.
Pero ya eres mía.
Cuando esta vez, cariño.
Ni siquiera fuiste la mitad,
de lo que podías haber sido,
si fueras un -tú y yo-. Ana.
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