El destino me conduce otra vez a visitar el Distrito Federal.
Iré en mi auto, el mismo paisaje de siempre seguirá ahí, sin embargo, esta vez no lo disfrutaré como cuando viajo en autobus, curvas y arboles, suelo tener recuerdos fríos de mis viajes por esa carretera, la cual recuerdo siempre llena de neblina y humeda.
Me recibe indiferente la estación observatorio, ya he abandonado el coche al estacionarlo en el aparcamiento de la central camionera.
Subo las escaleras que me sacan del mentado estacionamiento, el aire se siente viciado, una extraña mezcla de olores, adivino un poco de cera para pisos, desodorante de autos, gasolina, comida y personas, cientos de miles de personas.
Es hora de cruzar la calle, imaginé que tendría que esquibar autos, autos desesperados que ruegan por paciencia... pff... nel, nada de desesperación... atravieso la calle en compañia de otras decenas de personas.
Disfruto mucho de entrar al metro de la ciudad de México, me gusta mucho lo que veo por todos lados.
La tipa que vende los boletos apenas me arroja un -buenos días- con los 5 boletitos del metro. Me sorprendo al saber que con dos pesos puedo atravesar la ciudad.
Dos pesos me separan del Hotel al que debo ir a tomar un curso...
Y empieza el show para mí, un espectaculo gratuito (ok, no es gratuito, pagué dos pesos) donde los personajes son increiblemente variados...
Entro y me acomodo en el asiento verde. Una señora gorda con dos bolsas llenas de cascarones de huevo se sienta junto a mí. Frente a nosotros un viejito que lleva puesta una playera de Evangelion NeoGenesis, me pregunto como ese señor obtuvo la playera y si de verdad sabrá quien es Rei Ayanami?
La primer parada, debo bajarme, ya que voy a la estación Jamaica.
Transbordo, es increible como corrientes de hombres fluyen casi caóticamente en ambos sentidos.
Supongo que por un momento todos somos iguales: todos somos pobres y no podemos pagar un taxi, o un chofer con limusina.
Me divierte observar a tanta gente, tanta y tan diversa. Las familias que viejan; los novios que no dejan de besarse y casi hacerse el amor frente a todos; los señores que visten pantalones de mezclilla con camisas, cachucha y chamarra de los Toros de Chicago; Emos; Tipos de Traje con caras tristes y periodicos marcados con circulos rojos; Parejas peleando; parejas gay exihibiendo su libertad de género; persona llorando; gente feliz; gente triste y un largo etcétera.
Sin embargo recuerdo que luego de subirme, alguien más entro al metro.
Era una mujer de vestido entallado. ¿Quién se atrevería a subir al metro con un vestido verde justísimo? Este cubría un cuerpo delgado y bien proporcionado. Un par de nalgas dignas del típico "pellizco de camión" o de la un poco menos conocida "torteada en el metro". ¿Cómo se atrevió?. Su rostro no es tan bello como su cuerpo, pero definitivamente no es fea.
Su escote deja ver una línea que divide dos jóvenes senos. No lleva sostén y se mira claramente un par de pezones. Sus piernas medianamente largas terminan en un par de zapatos de tacón rojos, sus brazos estaban desnudos desde los hombros y en sus muñecas iban adornadas por nada más que un reloj. Luego del reloj, unos dedos delicados que se aferraban al tubo junto a la salida del vagón, supongo que se sentía más segura con esas ropas cerca de la salida/entrada, que en el fondo de nuestro medio de transporte.
Llevaba puesto un cinturon ancho que asentuaba su figura. De su brazo colgaba una bolsa pequeña que no hacia juego con sus zapatos.
No puedo dar muchos detalles sobre ella, casi no la observe.
Ok. Si la ví, como todos los caballeros y/o gañanes que la observabamos con miradas morbosas. Si alguien merecía el Título de "Mamacita cuerpo de uva!" era precisamente ella.
De repente, la chica soltó una ligera sonrisa. No pude dejar de verla, aunque trataba que mis miradas nauseabundas fueran discretas. Todos miramos su sonrisa. Supusé que reía por el nerviosismo que le causaba ser el objeto de deseo más grande del universo en ese vagón del metro.
Una viejita parecia inmune al embrujo de la chica, la miró recelosa durante toto el tiempo que estuvo en el metro. Mientras pasaba junto a ella para salir del vagón le dijo: -Puerca!
Lo primero que pensé fue que la gente no es tolerante, como puede molestarle a esa viejita que una tipa se vista sexy allí?!
Ya había llegado a Jamaica así que tenía que bajar también, no lo había notado por mirar mi espectaculo gratuito semiteibolero.
Al salir y atravesar el umbral del vagón me envolvió un aroma justo al pasar junto a la chica del relato.
Qué peste!
La señora le llamó puerca por una razón: Se pedorreó horriblemente y la flatulencia olía peor que una bota de bombero que sufre de pie de atleta, luego de apagar un incendio de llantas podridas!
Y la señora, no dijo más que la verdad.
Fin
Nota Pérez1: A ti te gusta el metro? (No de "a metro"... ojo!)
Nota Pérez2: La bota de la que hablo está llena de cacá y/o popó y/o heces y/o excremento y/o mierda.