Querido Yary Cherry:
Hace más de 10 años que he estado cerca de ti, un valor de tiempo equivalente al 25% de mi vida.
Te conocí un día de diciembre, estabas sentada frente a un monitor. Recuerdo que colgabas, es decir terminabas una llamada en tu Motorola luego de una llamada con tu hermana, yo me preparaba un café.
- ¿Y tú quién eres? Te pregunté. Ese día era un sábado de diciembre, yo estaba ahí por alguna razón, no la recuerdo. Tú estabas ahí para pagar los días que tomarías como descanso en la semana de navidad.
- ¿Quién eres tú? Contestaste. Tu tono era altivo, desafiante. No me tenías miedo. Eso, de alguna manera, me ató a ti.
- Yo soy Pável ¿Quién eres tú? Insistí.
- Soy Jareth.
Así empezó esta historia. Nadie nos presentó. Simplemente nos encontramos. Dos seres solitarios se unieron sus historias ahí, no era el lugar más bello, pues era Lerma.
Recuerdo mucho tu sonrisa, una cosa hecha de diente enormes y mucha, mucha luz. Una cosa que como miel a las abejas, nos atrae a todos, nos enamora.
Terminé mi café, agité el contenido de ese vaso de papel con una cuchara de plástico. Lo bebí y me fui. Llevaba conmigo tu nombre, no necesitaba más.
Yo no era el único que había visto tu sonrisa. Muchos más la notamos y uno de los que se enamoró de ella, era amigo mío. Decidí no acercarme a ti porque no quería problemas con él. Esa decisión no me mantendría lejos de ti por mucho tiempo, pero para entonces no lo sabía.
Un día, lo recuerdo bien. Pasé cerca de la puerta que llevaba a la salida de la empresa en que ambos trabajábamos. Te vi, junto a ti una maleta.
Yo no sabría hasta después, que irías a la casa de tu padres en Puebla, a celebrar tu cumpleaños. Era enero y estabas impaciente.
- ¿Qué haces?. Te pregunté.
- Espero a alguien, pero él no aparece y me urge ir a la central de autobuses ¿me llevas?
- Sí. Contesté.
Eso, no fue sino el primero de muchos viajes que emprenderíamos. El más corto de todos sin dudas. Todos los viajes, años después, empezarían de la misma manera: Tú preguntando si me parecía bien ir a un lugar y yo contestando que sí.
Caminamos a mi auto, el más pequeño de todos los autos que hemos tenido. Un Chevy Azul del año 2000, creo.
En el camino escuchamos una canción de rap, me presumiste que esa canción apareció en una película que viste en Los Angeles, y que los negros la cantaban mientras la película se proyectaba. La canción era "Lose yourself" de Eminem. Juntos la cantamos o algo así, no sé. Sólo sé que que querías ir a la estación de autobuses y que me salí del trabajo para llevarte. No sé que día era, sólo que era un viernes de enero, un viernes de un enero del 2007 y que yo tenía 27 años.
Tu sonrisa iluminó la totalidad de ese pequeño auto. De alguna manero iluminó mi corazón también. Luego de un rato me dijiste:
- Tú y yo haríamos muchas locuras juntos.
Yo pensé que sí, para ti, no fue no más que una frase que dijiste sin pensar, para mí, fue la razón por la que ahora estoy escribiendo.
"Tú y yo", ese fue el inicio de la frase, que para bien, o para mal, nos unió.
Luego de dejarte en la estación de autobuses regresé a mi lugar de trabajo, te escribí un correo electrónico para desearte un feliz cumpleaños. Algunos días después contestarías con un "gracias". En el mismo correo te invitaría a salir para celebrar, luego aceptarías.
Fuimos a un lugar, que ahora no existe, en esa calle tan importante de Toluca conocida como Morelos. Tomamos cervezas y cantamos "Lamento Boliviano". Era un Karaoke.
Nos besamos.
Los besos eran bellos, pero me mordías. Tus mordidas me dolían. Tú no dejabas de morderme, yo no dejaba de besarte.
No sé que pasó.
Sólo sé que después de ese día seríamos inesperables, o al menos eso pensaba.
El tiempo pasó y con el se acercó el 14 de febrero. Me enviaste un MSM que decía algo así como "¿ya ves cómo tienes novia? Es 14 de Febrero y no me has escritó".
Te contesté que, de querer, te vería ese día en la tarde, luego del trabajo. Así lo hicimos.
Tú mirabas impaciente, como siempre, la llegada de mi amigo, quién sin duda, iría a verte para regalarte flores. Eso me incomodó, así que te dije: - Vayámonos de aquí, no quiero problemas. Dijiste, sí.
Nos fuimos a mi casa. Ahí pasaríamos nuestra primera noche juntos, en una litera. Tú arriba, yo abajo. No sé si eso fue una especie de metáfora de lo que sería nuestra vida, pero se le parece.
Me dijiste que si esa noche no nos hacíamos novios me olvidara de ti. Naturalmente te pregunté:
- ¿quieres ser mi novia?
- Déjame pensarlo.
Te miré con cara de confusión. Dijiste "sí". Y ambos no reímos.
Miles de cosas pasaron después. Empezamos a vivir juntos. Yo pienso que nunca fuimos novios, siempre fuimos algo más. Siempre fuimos esposos, según yo.
Miles de cosas pasaron después. Algunas nos unieron, otras nos separaron, otras volvieron a unirnos y aquí estamos. Diez años después, nos seguimos amando, nos seguimos odiando y nos seguimos tolerando.
Aún hoy amo tu olor, lo suavecito de tus manos y esos dientes gigantescos que no hacen otra cosa que sonreír.
Hemos visitado tantos lugares, hemos pasado por tanto. Hemos reído hasta que nos duele la panza. Hemos llorado también mucho.
Te confieso que no hay nada en mi vida que cambiaría, con excepción de uno: el día que te hice llorar.
Pedirte perdón, nunca será suficiente. Escribo esta carta para decirte dos palabras. Las diré al final.
Si pudiera regresar el tiempo, no regresaría a ese día en que sufrí más. No iría a ningún lugar más que a aquel en que te hice llorar. Lo cambiaría para que no existiera. Lo siento, lo siento mucho, perdóname... te amo.
Hoy años después, seguimos juntos. Nos tomamos de la mano y caminamos. Seguimos riendo y llorando juntos. Seguimos haciendo esa rutina en que me dices "¿vamos a...?" y yo sigo contestando "Sí".
Hoy, eres más hermosa y lista que nunca. Hoy brillas fuerte y bonita. Hoy quiero decirte que no hay nada que me guste presumir más que caminar de la mano de ti.
He visitado muchos lugares, he estado en lugares fríos y distantes, en lugares hermosos y con personas fascinantes, he comido los platos más ricos y he reído en compañía de gente extraordinaria. De todos los lugares y personas que he conocido, de todos los sabores y olores que me han hecho feliz, de todas las texturas y todos los colores, no hay nadie ni nada, tan bello y perfecto como tú.
Amo tu forma de ser. Amo que seas la persona más regañona que he conocido, amo que te saques los mocos a la menor provocación, amo tus frases inconclusas. Amo tu ternura, tus ganas de ayudar a los demás, tu forma tan terca de ser y sobre todo, tu sonrisa. NO TIENES QUE CAMBIAR NADA DE TI. Eres perfecta así como eres. Eres una mujer temerosa pero arriesgada, a veces miedosa pero aventurera, ecuánime, pero a veces loca. Eres tosca pero noble y tierna. Eres pegalona, pero el ser más dulce que ha habido. Eres la mejor amiga sin amigos, la niña más solitaria que ha habido, pero también la que más ha amado a los que la acompañan. Yo creo en ti, yo confío en ti y sé, sin dudas, que llegarás a donde quieres. Sé que estarás en España caminando y destruyendo a los demonios que viven en ti. Sé que sonreirás sin parar y que la gente que se tope en tu camino luego de alcanzar tu plenitud, no podrán olvidarte.
No puedo dejar de llorar mientras escribo esto. No puedo dejar de pensar en tus ojos, en tus dedos flacos, en tu panza y en ti.
Me duele pensar en ti llorando. Me duele ser torpe y hacerte enojar, me duele ser tonto y hacerte llorar. Lo siento mucho.
Pero no hay nada más bello que esas mañanas, días, tardes y noches que hemos caminado juntos en la playa. No haya nada más hermoso que esos días corriendo en los parques y en las montañas. Porque en todos esos recuerdos estás tú.
Yary, Yary Cherry, la más hermosa de todas las Yarys y de las Cherrys. Te amo. Más que a nadie, más que a nada. Más que a todos y más que a ninguno, por siempre y para siempre.
Gracias por todo.
-Te amo-
Pável.
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